viernes, 12 de febrero de 2010

Un amigo a través de la ventana

Quizo el destino que decidieras contruir tu casa en la palmera justo frente a mi ventana. Agradezco a las Fates esa aparentemente fortuita escogencia de locación domicilial, pues resultó en la ofrenda de tu compañía. Posiblemente nunca me conociste, si bien durante 3 semanas te saludaba todas las mañanas al despertarme. Tal vez, a través del vidrio polarizado distinguías mi presencia, mas nunca supistes que te observaba cariñosamente --como un padre a un hijo-- y deseaba hablar contigo y conocer más de tí --además que eres un prodigioso arquitecto, claro está--.

Durante las tardes lluviosas de fin de semana, observaba preocupado tu palmera columpiarse, víctima de los caprichos de la naturaleza, mientras tú permanecías impertérrito, paternalmente protegiendo al huevo del cual 5 días atrás finalmente brotaría a la vida tu pequeño hijo.

Recuerdo con alegría cuando elongaba mi cuello más allá de sus límites físicos para lograr --acaso-- observar ese blanco como la nieve ovoide tranquilamente reposando sobre el nido cuando tú te ibas en procura de alimento; sonrío para mis adentros cuando te recuerdo regresar a casa, cambiar de posición el frágil huevito --temporal hogar de tu futuro heredero-- y señorialmente acomodarte sobre él, dándole calor y --más importante-- transmitiéndole amor.

Las noches heladas de invierno, tu mojado cuerpo noblemente colocado sobre tu futura cría, tus húmedas alas cobijándole protectoramente. Cómo hubiese querido comunicarme contigo y ofrecerte posada en mi humilde hogar, tener la posibilidad de alimentarte, calentarte...Desafortunadamente, la Naturaleza no diseñó un lenguaje común para que pudiésemos entendernos.

LLegaría la mañana del pasado domingo cuando, al despertar e ir a verte, te encontraría posado sobre el borde de tu hogar, delicadamente extendiendo tu cabeza hacia abajo, de manera que la lombriz sostenida en tu pico pudiese ser alcanzada por tu recién nacido hijo: ¡Zippy, ya eres padre..Tu nido se había convertido en cuna! No tienes idea cuánto disfruté ese mágico momento; tras emocionalmente vivir contigo la prolongada espera hacia la culminación de la gestación de tu ahora nacido bebé, el verlo brotar a la vida y alimentarse por primera vez de la boca de su padre --para luego nuevamente esconder su aún tenuemente plumado cuerpo y disfrutar de su banquete en el comfort del acogedor hogar de ramitas que tan hábilmente le diseñaste-- fue un hito que dudo olvidaré.

El tormentoso invierno amenazantemente azotando, las ramas de los árboles caprichosamente estremeciéndose, tu hogar valientemente resistiendo los crueles embates desde la frágil palmera de la cual ya por 3 semanas habías sido inquilino. Mi temor por tu destino --y el del encantador regalo que tan sólo 2 días atrás hubiese dejado la cigueña: Zippy lassos stork!-- se acrecentaba. La mañana del martes, tu cuna se mostraba parcialmente inclinada hacia el piso; una despiadada espada de Damocles se cernía inevitablemente sobre su estabilidad estructural: Sólo nos quedaba anhelar que la Fortuna permitiese que tu encantadora criatura --bautizada "Nildito" en honor de mi querida hermana-- hubiese logrado ya desarrollar sus alas para el inevitable momento cuando su cuna no resistiese ya más.

La mañana del miércoles iniciaría promisoriamente. La calle lucía seca; al parecer no había llovido durante la noche. Seguramente la cuna de Nildito habría aguantado un día más...Desde mi lado de la ventana predominaba la confianza, la alegría, el regocijo: Todo permanecía igual, mas, al levantar la mirada, la magnitud de la tragedia acribilló mis ojos sin misericordia alguna: El nido-cuna perpendicular al suelo, casi por completo derrumabo. En eso momento te ví, posado sobre la negra reja que circunda mi casa, observando frenéticamente tu derredor, percibiendo visualmente todo el jardín con la esperanza aún latiendo. Diez minutos permaneciste sólo en esa fría reja, la amargura de lo inevitable poco a poco haciendo mella en tu corazón. Tu búsqueda fue infructuosa; es mejor que haya sido así, que no hayás visto lo que minutos después me tocó comprobar.

El jardín alrededor de una palmera, un recodo de verdor en el artificial panorama urbano. La hierba recibiendo el acogedor calor del Sol, ignorando de que sus rayos no eran para ella, sino para la frágil figura que inerte yacía posada sobre ella. Aún sin plumas, sus alas apenas ligeramente formadas, descansaba una tierna criatura, su existencia prematuramente interrumpida por el gélido abrazo del suelo 7 metros debajo de su cuna. Con su pico abierto, el cuerpo inmóvil de Nildito reposaba, mientras su alma --envuelta de pureza e inocencia-- ascendía hacia los Cielos, donde su fulgurante --si bien efímera-- luz, brillaría eternamente.

Hoy miércoles 24 de mayo, pasa a mejor vida Nildito. Con especial cariño lo recordarán por siempre Carlos y su querido amigo del otro lado de la ventana, Zippy, el pajarito más encantador que jamás haya existido.

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