lunes, 10 de septiembre de 2007

Comentario: It's a Wonderful Life

¿Qué hubiese pasado si Jesús no hubiese nacido? ¿Einstein? ¿Newton? ¿Qué tan diferente sería el mundo que conocemos? En uno u otro momento, cada uno de nosotros se ha formulado este tipo de preguntas, especulando acerca de la influencia que personajes de gran valía han tenido en el devenir histórico de la cultura humana. ¿Pero cuántos nos habremos cuestionado qué tan importante puede ser la vida de un hombre convencional, de un "cualquiera" como nosotros? ¿Cómo afectaría la no presencia de esta persona a quienes le conocían? ¿Qué tan importante puede ser un "simple" individuo?

Esta interrogante no sólo nos la plantea el gran cineasta Frank Capra, sino que la evacua con tal contundencia y sincero carisma que hacen inevitable, tras presenciar "It's a Wonderful Life", la magistral obra que sirve de foro para la exposición de este inquisitivo cuestionamiento existencial, el sentirnos mejor con nosotros mismos. Abróchense los cinturones, porque vamos a aventurarnos en la vida de George Bailey, el más genuino de todos los héroes: Aquel que sin necesidad de súperpoderes se convierte en un bienhechor innato, siendo el único activo sobre el que apalanca esta habilidad su capacidad de desinteresadamente sacrificarse por sus semejantes.

Ésta es la esencia de un verdadero héroe y durante el transcurso del film ambos, la audiencia y el personaje, descubren no sólo la verdadera naturaleza del heroísmo, sino lo maravillosa que puede ser la vida si tan solo nos detuviésemos un momento a analizarla y regocijarnos de ella, en lugar de amargarnos por todas las vacías privaciones que la sociedad nos ha instruido a anhelar en detrimento de los verdaderos elementos que realmente adicionan valor a nuestra existencia: El amor, la amistad, la fraternidad...

Si bien "It's a Wonderful Life" es una película ambientada en Navidad y no un film navideño propiamente dicho, se ha convertido en un clásico de la época, lo cual resulta lógico si consideramos que epitomiza a la perfección su espíritu: Otorgar preeminencia al dar sobre el recibir, hacer sacrificios personales por los demás, apreciar realmente lo que tenemos... Lo interesante es que, dejando de lado el cómo inmejorablemente evoca estos sentimientos, la verdadera razón que la llevó a convertirse en requisito sine qua non para estas fechas obedece a una pequeña (¡y en extremo fortuita!) particularidad: Debido a un error administrativo, cuando en 1974 correspondía renovar los derechos de autor sobre el film, el estudio omitió hacerlo, pasando la película al dominio público y, con ello, pudiendo ser exhibida gratuitamente (sin pagar derechos al estudio) por parte de quien así lo desease.

Gracias a este pequeño "incidente", nació la costumbre de trasmitirla por televisión durante Navidad, siendo así redescubierta una joya del cine clásico que --por razones que no oso siquiera intentar comprender-- había pasado sin pena ni gloria durante su exhibición cinematográfica original. ¿Habrá sido el Destino el responsable de, cual Ave Fénix, haber devuelto a la vida a tan espléndido film? O, puesto de otra forma, ¿cómo habrían cambiado nuestras vidas si el film hubiese permanecido en el olvido y nunca hubiésemos tenido la oportunidad de observarlo? Una interrogante digna de ponderar...

Volviendo al tema que nos ocupa, el film postula como el idealismo irrestricto, azotado por la a veces indomable crueldad de la realidad, puede agobiar a tal grado a un espíritu noble hasta llevarlo a perder la ilusión por la vida y contemplar la posibilidad de ponerle un desafortunado (y prematuro) fin. Pero esto no es nada nuevo. Lo innovador (y meritorio) de la historia es presentar convincentemente como, aún bajo las aparentemente más nefastas circunstancias, la vida nos ofrece regalos que nuestro cinismo nos impide percibir. Y es aquí donde el film utiliza la fantasía para alegóricamente --vía Clarence, un ángel con pocos prospectos de conseguir sus alas-- exponernos la importancia de la esperanza, esa fiel aliada que nunca debería abandonarnos.

Así es como se nos revela el planteamiento fundamental alrededor del cual gravitaría la trama de la historia: ¿Es intrascendente la vida de un ser humano, o puede dejar ésta una invisible huella (una impronta indeleble) cuyo eco reverbere, de las formas más imprevisiblemente concebibles, tanto en sus conocidos como en personas que éste ni siquiera conozca, influyendo favorablemente el curso de sus vidas? Ésta es la interrogante que el protagonista, George Bailey (magistralmente interpretado por el gran Jimmy Stewart), recibe la oportunidad de resolver: ¿Cómo hubiese trascurrido la vida de los habitantes de su pueblo si él no hubiese existido? La travesía emocional que le tocaría recorrer sería testigo del cómo, irónicamente, a veces la riqueza de la vida puede manifestarse opulentemente frente a nosotros y aún así pasar desapercibida, desapreciada...

En su esencia, el film nos muestra un hombre con el talento y oportunidad de realizar grandes cosas, pero con la estoica voluntad de sacrificio para preocuparse más por el bienestar de los demás que por el suyo propio. Mas lo rescatable no es sólo cómo representa esto vía una historia fluidamente narrada y rica en emotividad, sino el cómo va más allá del postulado inicial y, a través del personaje del ángel (¿un terapeuta celestial?), calladamente lo analiza, sutilmente evangelizando a la audiencia acerca de que los sueños verdaderamente dignos de perseguirse no son aquellos incitados por la sociedad (construir grandes edificios, recorrer el mundo), sino aquellos más cotidianos (pero no por ello menos enaltecientes) como el formar una familia (¡lazar la Luna para entregarla a ese Alguien especial!), forjar verdaderas amistades...hallar la felicidad en sentimientos como el amor en lugar de artilugios materiales.

Es digno de rescatar como, si bien aparentemente hay un antagonista claramente demarcado (Mr.Potter, un tiránico Ebeezer Scrooge irredento, quien obstaculiza en todo momento las bienhechoras motivaciones del protagonista), éste no es el verdadero villano, sino simplemente un elemento narrativo utilizado como vehículo para avanzar la trama. ¿Por qué? Simple, él no es la razón principal de la agonía que a lo largo del film aqueja al bueno de George Bailey (no poder abandonar su pequeño pueblo, Bedford Falls, para perseguir sus ambiciosos sueños) y que eventualmente alcanzaría un punto crítico, llegando a contemplar el rechazar el más grande regalo que puede ser otorgado a un ser humano: ¡La vida misma!

Potter no pasa de ser un instrumento para facilitar el llegar a la coyuntural intersección sobre la que se fundamentaría el trauma existencial de George Bailey (vivir o no, he ahí el dilema). Son situaciones más allá del control de este frustrado anciano (llevado a la vida por Lionel Barrymore, pariente lejano de Drew Barrymore), las que obligan al innato héroe a permanecer en su pueblo y dejar de lado la búsqueda de sus sueños de grandeza.

El verdadero “malo” (si es que cabe el término), el que cataliza el dilema del personaje central, es una entidad más abstracta, más silenciosa: Las circunstancias. Son éstas las que conspiran para evitar que, en cada momento en que George tiene la oportunidad de enrumbarse hacia la consecución de sus anhelos, ocurra una eventualidad que, propulsada por el ímpetu de su bondad natural, le “coercione” a elegir la opción en ese momento menos apetecible, en aras de ayudar a los demás (permitir a su hermano ir a la universidad en su lugar, salvar el Banco fundado por su padre para financiar a la clase trabajadora la construcción de un techo digno bajo el cual vivir...).

Importante destacar que, si bien el amor y el cariño que le profesarían sus familiares y amigos (sentimientos que no son más que un fiel reflejo de la virtud humana de George) cumplirían un rol importante hacia dirigirle a superar su crisis, el elemento esencial que redimiría su existencia es endógeno, yacía dentro de sí mismo. ¿Cuál es? El renacimiento del aprecio por su propia vida, el descubrir que en realidad había disfrutado una vida maravillosa...sin siquiera haberlo notado. Es la intervención del ángel la que le hace “despertar” a esta realidad, permitiéndole ver que los “sueños” que añoraba se concretasen no habían hecho más que nublarle el lograr asimilar que todo cuanto podía desear se manifestaba, imperceptible, frente a él: Su sueño era su dulce esposa Mary (encarnada por la encantadora Donna Reed), sus queridos hijos, sus amigos, la vida en su pequeño pueblo de Bedford Falls.

¡No es el cariño de los demás el que propiciaría su redención: Su salvación latía dentro de sí mismo! La moraleja legada por el film es clara: La verdadera felicidad existe; nada más a veces somos incapaces de descubrirla: ¡La buscamos en los lugares incorrectos! Es esta limitación para percibir las bondades de la vida la que nos hace artificialmente infelices cuando tenemos todos los ingredientes para disfrutarla a plenitud.

"It’s a Wonderful Life", sin mostrarse condescendiente con la audiencia, nos inculca el que debemos observar no sólo hacia dentro sino, concurrentemente, estar atentos a cómo se reflejan nuestras acciones en quiénes nos rodean: ¡Una vida puede tocar muchas almas además de la propia! ¡Y qué mejor manera de congraciar con la vida al espectador que enarbolando, bajo el cobijo de la magia navideña, el espíritu de esperanza y felicidad indisolublemente impregnado en la escena final del film, la cual podría fácilmente catalogarse como la más enternecedora jamás proyectada en la pantalla grande!

Definitivamente, ningún hombre (o mujer) está solo si tiene amigos. Y es por ello que debemos buscar la bondad latente en nuestros corazones, ofrendarla irrestrictamente y regocijarnos del aprecio que motiva, en lugar de frustrarnos por aquello que no tenemos (y probablemente deseamos tan solo por inercia, sin siguiera necesitarlo). Con suerte, algún día en un distante futuro al escuchar un niño el ding-dong de una campana, sea en conmemoración de un par de alas adhiriéndose a...

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