jueves, 11 de febrero de 2010

Cinderella Man

Los guantes de Cenicienta

Un prometedor boxeador se encuentra en la antesala de la gloria: El Campeonato Mundial de Boxeo. Felizmente casado con una hermosa esposa que lo apoya incondicionalmente, James Braddock parecería estar viviendo dentro de un cuento de hadas. ¿Vivieron felices para siempre?

En apariencia no, si tras una derrota y una serie de lesiones su carrera se viniese a pique y, azotado por las penas de la Gran Depresión, acabase tendido en la lona, noqueado por una cruda confluencia de circunstancias de ésas que en el casino de la vida nos toca jugar.

Cinderella Man es un film de reflexión acerca de cómo sobrevivir ante la intemperie de la desolación y la futilidad. La lucha en el cuadrilátero del personaje medular alegoriza a la perfección el diario combate de todos aquellos de una u otra forma han sido maltratados por las viscisitudes del diario vivir.

En contraposición a lo que su nombre pareciese indicar, la película no es un cuento de hadas; es acerca de CÓMO los cuentos de hadas pueden ser escritos no por el destino o caprichos del autor, sino por personajes reales quienes, apalancados sobre vivencias impregnadas de padecimientos y sufrimiento, descubren sus verdaderas motivaciones, aquéllas más nobles (poder alimentar y mantener unida a su propia familia), fertilizando así el verdadero heroísmo que imperativos sociales como la gloria y fortuna son incapaces de estimular.

Con soberbias actuaciones de un elenco conformado por Russell Crowe, Renneé Zellwegger y Paul Giammatti, Cinderella man, bajo la diestra orquestración de Ron Howard, toma personajes simples y hasta arquetípicos (boxeador prometedor, su fiel esposa, su entrenador) y los moldea, cual Prometeo, con una autenticidad que subsume a la audiencia en su historia --una historia que abarca el espectro emocional, desde el amor familiar, el honor, el apego a los valores, la mortalidad y la fé hasta el sacrificio personal-- y, utilizando más la imagen que el verbo, compenetra al espectador en las vivencias y sentimientos de los protagonistas.

Si se intentase extraer una moraleja del film, tal vez sería que, en ocasiones, hay que dar un paso hacia atrás para luego dar dos hacia delante: Hay que comprender lo que realmente está en juego en la dramática novela de la vida, para motivar al héroe yaciente en cada ser humano a nacer del cascarón de hueso y carne en el que habita. Solo así brotará la inspiración para trascender, bajo la autoría del propio esfuerzo, hacia el mágico mundo de los cuentos de hadas. Después de todo, la metafórica Cenicienta no está restringida a vestir únicamente zapatillas, también puede utilizar guantes de boxeo...

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