jueves, 11 de febrero de 2010

Brothers Grimm (Terry Gilliam)

3.14 sapos encantados (y 3 Bud-weis-er frogs) de 12 posibles

¿Cómo desperdiciar una intrigante premisa y convertirla en un aburrido mélange de incoherencias argumentales estelarizadas por personajes superficialmente caracterizados y armonizadas por humor rebuscado? Dicho de otra forma, ¿cómo perdió Terry Gilliam la magia que demostrara en 12 Monkeys? ¿Habrá sido víctima de un malévolo hechizo como los narrados por los protagonistas de su historia? Se habrán comido los duendes partes del guion, como lo hicieran los pájaros con las boronas de pan dejadas por Hansel y Grettel? Ello tal vez explicaría la carencia de sentido y emotividad de la historia...

El film aparentemente persigue representar cómo cuentos de hadas clásicos resultan ser no más que mitos y folklore local transmutados y ensamblados por la fértil imaginación del dúo dinámico de hermanos escritores (que durante el primer cuarto de hora parecían los Cazafantasmas. De hecho me pareció ver a Pegajoso camuflado en una escena...).

Pero, a medida que trancurre el metraje, la línea que interseca la realidad con la fantasía se contorsiona y perdemos la noción de si estamos en un cuento de hadas o no. Una tesis poco original, pero válida e inherentemente interesante. Lástima la ejecución, que nos hace sentirnos como Caperucita Roja dando vueltas sin rumbo en el bosque, pues la historia nunca se asienta y demarca un norte claro que dirija cuanto acontece.

Rescatando los puntos altos, el score fue apropiado escolta del baile argumental representado en la pantalla; la cinematografía captura la imaginación y aporta un feeling sobrenatural...de fantasía; buenas actuaciones de Heath Ledger y Matt Damon (lástima que sus personajes hayan sido tan insípidos).

Sobresale la premisa que da vida al film: En su infancia, Jake Grimm (Heath Ledger) cambia el dinero para salvar la vida de su hermana por unos "frijoles mágicos". Su hermana muere, mas él nunca deja de creer en el carácter milagroso de éstos. Es esta fé infantil llevada a la vida adulta la que, contrastada con el pragmatismo de su hermano Will (Matt Damon), desata el conflicto dialéctico que lleva de la mano a la obra sin llegar a una síntesis clara. La ambivalencia que permea el film nunca se disipa. Cada espectador es libre de interpretar por sí mismo el final.

Con tan buena propuesta temática, una historia que ahondara en la naturaleza de los personajes --y creara empatía hacia ellos-- y fuese hilvanada con creatividad (léase, una historia con buen guion) tal vez hubiese permitido a una película como Brothers Grimm el explotar su potencial y alcanzar los laureles propios de Finding Neverland, un film bastante análogo. Si tan solo Marc Foster le hubiese prestado a Terry Gilliam sus frijoles mágicos...

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